domingo, 13 de noviembre de 2011

Un libro puede ser un punto de partida

Acerca de la experiencia Libros que muerden.
La colección de los libros infantiles y juveniles censurados en la última dictadura
por Gabriela Pesclevi
Hace muchos años, supongo que sería en el año 1975 o 1976, tenía por costumbre todas las tardes jugar con libros y armar una suerte de tienda en la vereda de mi casa en la que exhibíamos, con una amiga, una pequeña colección de títulos. Si bien mi memoria es de una fragilidad importante, recuerdo dos cosas especiales de ese tiempo, en primer término lo que compartía recién: los libros que se piensan como parte de un juego. Que se apilan, se acomodan, se curiosean, se muestran a un público. Los libros que salen a la calle. Que se vuelven juguetes. Que son motivo de invenciones: no se sabe qué cuentan y entonces se inventa. Se cuidan. Circulan. Entran y salen y vuelven a entrar. Los libros que –sabemos‐ guardan enigmas. Alimentan promesas, son trampolines, molinetes, espacios de libertad y pregunta, entre tantas variantes. Me apoyo en Gianni Rodari (1987): Definir el libro como “un juguete” no significa en absoluto faltarle el respeto, sino sacarlo de la biblioteca para lanzarlo en medio de la vida, para que sea un objeto de vida, un instrumento de vida. Ni tan sólo significa fijarle unos límites. El mundo de los juguetes no tiene límites, en él se refleja y se interfiere el mundo entero de los adultos, con su realidad cambiante. Hasta figuran los tanques, por desgracia... Mucho se ha escrito sobre la importancia del juego en la formación humana. Pero quizás no creemos en aquello que escribimos y decimos, porque en la realidad cotidiana el juego y los juguetes aún son considerados como parte de lo que es superfluo y no como elementos de lo que es necesario: así se comportan, en la práctica, arquitectos y urbanistas, pero también la escuela, en la que para el juego existe la “hora de recreo”, bien diferente de la hora de “clase”, es decir de las “cosas serias”. [1]

martes, 23 de agosto de 2011

¿todavía están prohibidos los libros?...

... nos preguntaron los chicos de la Escuela Estética de Berisso. Hoy llevamos la muestra de los libros que estuvieron censurados en la década del '70. Les preguntamos si creen que los libros pueden morder, ¿usted qué opina?
Algunos chicos nos decían que no, otros que sí, porque un monstruo salía de ellos o porque te atrapan, porque no puedes dejar de leerlos. Los chicos y chicas tenían entre 5 y 12 años de edad.








Conversamos acerca de los tipos de censura y prohibiciones que existieron y más preguntas surgieron: "¿qué pasaba cuando los autores no querían hacer los cambios?, ¿quiénes hacen los libros?, ¿sólo eran los militares los que prohibían?".









Luego tuvimos una charla muy enriquecedora con los docentes, algunos recordaban su infancia durante la dictadura, las anécdotas nos llevaron a reflexionar sobre el presente y cómo ciertas injusticias en relación a los jóvenes se siguen manteniendo.


Queremos agradecerle especialmente a Silvia Luna que nos invitó a la escuela.


jueves, 7 de julio de 2011

Libros que muerden con los chicos y chicas del liceo


libros_qEl jueves 14 de julio a las 18.00 hs se inaugurará una muestra de los chicos y chicas del Taller Optativo de 6º año del Liceo, sobre Literatura infantil y juvenil censurada durante la última dictadura militar (1976 - 1983).
Una muestra que aglutina libros que fueron prohibidos y destruidos. Alguna vez y con muchas dificultades, ejemplares de esta colección han quedado guardados, escondidos en alguna estantería y por eso decidimos recuperarlos para que se vuelvan a leer. Con este material hemos llevado a cabo el Taller Optativo de 6º año. Leímos y conocimos autores e ilustradores: Enrique Medina, Laura Devetach, Álvaro Yunque, Áyax Barnes, Editorial Rompan Fila, Los cuentos de Polidoro, entre otros. Entonces, a partir de estas lecturas, creamos y sumamos nuestras miradas y trabajos a esta muestra. Escuela, fantasía, poder, ... miles de palabras e historias tenemos para compartir con ustedes.


Los esperamos en el Galpón de Encomiendas y Equipajes del Grupo La Grieta, 18 esquina 71.

jueves, 23 de junio de 2011

con una línea uniría el mundo



Hoy visitamos la escuela Estrada en City Bell, gracias a la invitación de la profesora Constanza Erbetta.

Florencia Bossié nos acompañó en el taller del Liceo Víctor Mercante y en la escuela Estrada. Flor nos contó cómo operó la censura en las bibliotecas y librerías de La Plata, y que recuerdos sobre la censura de libros guardan los lectores, escritores y bibliotecarios. También nos contó cómo la autocensura se tornó en un elemento de supervivencia.

Discutimos sobre qué es la censura y cómo y quiénes censuran. Surgieron palabras como poder, miedo, represión, pero también libertad. Ojear-hojear los libros nos hizo preguntar acerca de por qué fueron censurados y cómo se ejerce hoy en día la censura.
Leímos algunos cuentos, comentamos los diversos tipos de censuras: por decreto, por recorte, por rumores, etc. Finalizamos el encuentro con la pregunta inspirada en el libro de Beatriz Doumerc y Ayax Barnes: ¿qué harías con una línea?

lunes, 2 de mayo de 2011

24 de marzo de 2011 en Mercedes

El 23 y 24 de marzo de este año visitamos Mercedes, durante día y medio habitamos la carpa que estaba dispuesta en la calle 27, en plena plaza principal, en la puerta del Teatro Argentino. Todo esto ocurría mientras se celebraba el Primer festival de teatro independiente de la provincia de Bs. As. y durante la transmisión desvelada del programa de radio el Contragolpe Teatral y Cultural.

El estar en Mercedes significó un reencuentro con el escritor Enrique Medina, varias personas nos comentaron algo sobre su obra, en especial, sobre su novela Las tumbas, que está situada en esta ciudad. Varias personas reconocieron libros que algunas vez tuvieron. Algunas fotos de Mercedes y más cosas para pensar.

El cartel de Manolo.
La carpa en la plaza principal de Mercedes. 


lectores de toda edad.

charla del 24 de marzo.



Carolina leyendo Cinco dedos.


Lectoras y escritoras.

domingo, 1 de mayo de 2011

24 de marzo de 2010 en el Chaco




Nos encontramos en la parada Activa Memoria en la ciudad de Resistencia, en el Chaco, la semana del 24 de marzo de 2010. Los libros que estuvieron prohibidos los desplegamos en el patio de la Comisión Provincial por la Memoria y durante dos días pasaron los "resistentes" de toda edad a leer y a preguntarse, ¿por qué estuvieron censurados estos libros?



bicicletas, ausencias, retazos, presencias.
las margaritas afloran en las paredes.
la muestra en el patio.

Manolo leyendo Un elefante ocupa mucho espacio de Elsa Bornemann.


compartiendo lecturas.
chicos y chicas de toda edad y de diferentes escuelas transitaron por la muestra.


El pueblo que no quería ser gris de Beatriz Doumerc y Áyax Barnes,
una fantástica lectura de una abuela cuenta-cuentos.

Chicos de varias escuelas y localidades del Chaco fueron a visitar la muestra.
Gabi con el libro Dulce de Leche

Graciela con las palabras de los chicos.

Gracias a Gabi, Camilo, Ninfa y Tati y a todos los chicos de la Comisión y de HIJOS.



domingo, 17 de abril de 2011

los grandes maestros

La Argentina no nacía por primera vez a la censura, pero durante el proceso, los mecanismos de la misma formaron parte de una maquinaria de terror. Cuenta Nelly Oesterheld (hermana del querido autor del Eternauta) “...Cuando llegué al sur, en esos años que eran difíciles para todos, recuerdo que participaba en la comisión directiva de la Biblioteca Sarmiento de Bariloche, y hubo una intervención a la biblioteca buscando impresos “subversivos” y “cosas filtradas”. Creo que estuvimos tres días sin salir, toda la comisión directiva estaba ahí. Estábamos pasados de sueño, dormíamos en los sillones mientras ellos estaban controlando libros... Veían si tal libro estaba de acuerdo a la entrada, si estaba con el número correspondiente, con el nombre de quién lo había entregado, quién lo había donado, si lo había comprado la biblioteca, etc. Todos los datos de cualquier librito eran controlados por estos tipos. Había una fábula de Esopo, no me acuerdo qué edición, en donde se encontró un fascículo del Che Guevara, que en esa época era como hablar completamente en contra del proceso. En esos tres días tremendos ocurrieron cosas cómicas: me acuerdo que estaban buscando material y había una colección... “Los grandes maestros soviéticos” y dice uno de ellos: “Sargento, mire lo que encontré acá”. El sargento se lo da al teniente y el teniente dice: “Guárdelo!”. Y nosotros no pudimos menos que largar una carcajada –inconscientemente- ya que nos podrían haber acusado de desconocer la autoridad, anda saber a qué nos exponíamos... Resulta que eran “Grandes maestros” pero claro, del ajedrez. Veían subversivos por todos lados...”.

El señor de los libros. Un relato con viejo, zanjones y árbol.

En un tiempo no tan lejano, en una ciudad de Sudamérica, vivía un señor que amaba los libros y dos veces a la semana salía a las librerías a buscar más títulos para su colección.
Él decía que no faltaría mucho para poder inaugurar una gran biblioteca donde pudieran asistir desde pequeñísimos lectores hasta abuelos fanáticos de las novelas de aventura.
Toda la gente de su barrio y de la ciudad entera podría visitar el lugar y consultar alguno de los libros que el señor había juntado por más de cincuenta años y otros tantos, heredados de sus padres.
El señor era un señor muy inteligente y pasaba sábados y domingos leyendo y reflexionando dónde y cuándo poder instalarla.
Pasaron dos o tres años más. Más eran los libros que tenía en la biblioteca, aunque había decidido esperar hasta que las cosas de su país cambiaran porque había otros señores, muy brutos, que veían en los libros a demonios caminadores y a brujas con pelos de punta de la inquisición.
Mientras esperaba, pensaba qué podía hacer si esos señores brutos se ponían más en contra de los libros. Se decía incluso que los empezarían a quemar como a las hechiceras de la edad media.
Así fue que el pobre señor que quería dar a luz una biblioteca, tuvo que guardar cada uno de los libros y librillos en cajas y cajas y más cajas.
Eran tantas que pidió una licencia en su trabajo del correo y durante un mes, con un vecino hicieron zanjas y pozos en el fondo de la casa y ocultaron los miles de ejemplares debajo de la tierra.
Pasaron largas noches sin dormir, envolviendo cada libro en bolsitas de xelofán y rogaron, a todos los santos y cielos del mundo, que se conservaran hasta que la furia pase.
El señor vivió con un jardín muy especial durante muchos años. Había puesto árboles y jazmines bordeando el centro del terreno y decía que serían una valla de protección contra la brutalidad y el olvido.